La nevada se adelantó y truncó nuestros planes. Bienvenida sea a pesar de ello. Retrocedemos en busca de un lugar en el que la mañana invernal sea más benévola y nos acercamos hasta Berbusa. Pueblo abandonado antes de los años sesenta, elegantemente dispuesto en la solana, a mitad del camino entre Olivan y Ainielle. A pesar de las heridas que inevitablemente abren el paso del tiempo y de la soledad, sigue respirándose elegancia y belleza al caminar por sus calles.
Pueblo con iglesia construida allá por el 1700, dos escuelas (una para el verano y otra para el invierno), diez casonas, todas ellas de recia y eficaz arquitectura que hacen honor a la fama de buenos "piqueros" de sus gentes y cuyos muros aún se levantan.
Pasan los años y la vegetación lo invade todo. Dura vida la de estos montañeses que se vieron obligados a dejar hogar, paisaje y origenes.
Aún hoy, si uno cierra los ojos, puede sentir la presencia de todos los que se fueron.
Diosssss... ¿quién es esa preciosidad enmascarada que os acompaña a cuatro patas? Me quiero introducir en la foto para acariciarla, pero Windows no me lo permite. ¡¡¡Yo te maldigo (una vez más), Bill Gates!!!
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ResponderEliminarY es que ir con una intención al monte, preparados para largas zancadas no siempre es buena idea; lo mejor, llevar además otras ligeras vestimentas, calzados incluidos, por si el asunto cambia.
ResponderEliminarLas excursiones que nacen de la improvisación y la necesidad cambiante suelen dar mejor resultado y son más gratas que cualquier luna llena, o casi, que nos podamos encontrar por las montañas...Suele ser Selene escusa perfecta para componer palabras y a su vez aunar fuerzas y destrezas allí donde alguien también la retrató.
Mucho le enseñáis a ese cachorro que con maestros así se hará empática y sin miedo, cómo Juan el valiente.
[5/I/15]
Salud, Libertad