La sombra de la cima alcanzaba su modesta cabaña. Todos las mañanas con sol, allí estaba, llegando hasta la linde de su puerta, como incitándole, poniéndole un señuelo a sus pies. Si esto le hubiera pasado a alguien distinto, a otra persona, tal vez nada más hubiera ocurrido, seguramente porque ni se hubiese percatado de ello. En cambio, la casualidad o el destino, hizo que esta bella y simple coincidencia tuviera lugar en la cabaña de un pastor del valle de Aneou. Algo se encendió en su espíritu joven, algo se fue despertando en su alma y tomó la decisión de subir hasta lo más alto de esa montaña. Fue durante una mañana de 1787 y el primer ser humano en subir al Midi d,Ossau.
|
La sombra de la montaña alcanzaba su modesta cabaña. |
El Midi te atrae, te roba la mirada. Es solitaria, altiva y elegante. Viendo su silueta, entenderemos la atracción que este atrevido (y seguro que enamorado pastor) sintió hace ya cientos de años.
|
Refugio de Pombie, junto al ibón de Pombie. Al pie del Midi. A la derecha el collado Suzon. |
Esta aislada chimenea volcánica, aparece hoy gris, con un color plúmbeo, como el día. Me da igual que una voz interior me esté diciendo, desde el mismo momento en que planeé esta salida, que seguramente no subiré, que en esta ocasión será que no y que tendré que echar mano de mis recuerdos (de allá por los 1990 y tantos), para volver a verme en su cima.
La vertiente Sur, la que se ve desde España, aparece limpia de nieve. La vía por donde se sube, su ruta normal, aparece más escondida, hasta que llegas al collado Suzon y entonces ves que la parte más alta se encuentra espolvoreada de nieve, de las nevadas que han caído hace ya unos cuantos días. Nieve que permanece porque las bajas temperaturas lo han permitido. Sujeta, agarrada a las rocas.
No recuerdo bien el camino que se debe seguir, dudo entre mi izquierda (mojones) y derecha (placa). A pie de la vía espero pacientemente a que los varios grupos de montañeros a los que he adelantado subiendo, me alcancen para así, poder unirme a ellos.
La mañana es invernal, no cae ni una gota, ni un copo, pero el viento y la temperatura marcan ya las duras reglas a seguir hoy. Superamos la primera, la segunda, la tercera chimenea. La nieve cubre hace rato la montaña con suficiente espesor y consistencia como para plantearme el parar, dejar a mis casuales y mejor equipados compañeros y darme media vuelta. No es ya el momento de zapatilla y malla, ni de tentar a la suerte. Antes de llegar al Portillón, me despido de ellos y vuelvo sobre mis pasos. Hacía tiempo que no sentía esa sensación de máxima concentración, los dedos se clavan en la nieve, cualquier resbalón, cualquier despiste, daría lugar a una situación poco agradable.
Se agradece llegar a la seguridad del terreno franco, del sendero dócil. La mañana sigue, se templa la temperatura al alcanzar la orilla del lago de Pombie y mis pies me dirigen hacia el P. Peyreguet. Pequeños ibones blancos iluminando la soledad de estas laderas, al pie de la Grand Raillère. Vuelve el frío vendaval en cuanto asomo en el coll. de Peyreguet. Soledad total en esta cima que, otras veces, aparece abarrotada. Regreso por el coll. de l,Iou, contento, satisfecho por las decisiones tomadas.
|
El valle perfecto, Arrious. Con el Palas, Balaitous y Arriel. |
|
Desde el coll. Suzon. Vista hacia la normal del Midi. El Peyreguet asoma nebusqueado a la izquierda. |
|
Vista al Este, desde el Lurien al Soques. |
|
Con el trío al que me acojo. |
|
Punto del adiós, antes de llegar al Portillón. |
|
Helados los ibones de Peyreguet. |
|
Valle de Bious, desde el coll. de Peyreguet. |
|
Desde la cima del P. Peyreguet. Sólo...........¿o somos trío? |